La Gestalt es una terapia Humanista que confía en que la persona está orientada a su propia auto realización y al uso responsable de su libertad. Una de sus mayores aportaciones es que contempla al ser humano de un modo integral, es decir se trabaja con la parte cognitiva, emocional y corporal de la persona.
La idea fundamental es que lo importante no es lo que me ocurre sino qué hago con ello y cómo lo abordo. Nos fijamos, especialmente, en lo fenomenológico, es decir lo que está sucediendo en el presente y en lo obvio más que en los ideales, exigencias o creencias que la persona tiene en su inconsciente y que le empujan a repetir pensamientos, respuestas emocionales y acciones automatizadas que sirvieron cuando éramos niños pero que en la edad adulta quedan obsoletas y sobre todo no funcionan.
Como puedes ver, el/la protagonista eres tú, el/la terapeuta unicamente acompaña desde la actitud de curiosidad y respeto del que “no sabe” y se abre a tu complejidad como persona (dentro de un contexto concreto); no dando nada por supuesto y guiando las sesiones desde una profunda confianza en el proceso y en tu capacidad de cambio.
Te acompañamos en tu auto descubrimiento, estando presentes desde la propia experiencia y apoyando o confrontando lo que vas exponiendo, para que tras un tiempo de terapia, continúes tu camino de forma autónoma y segura.
La terapia Gestalt confía en la «auto regulación organísmica», es decir la capacidad biológica innata del ser humano para sanarse y desarrollarse.
Lo más importante de la terapia Gestalt es el vínculo y la relación de confianza que se establece entre la persona y el/la psicoterapeuta. Las condiciones fundamentales de esta relación son el compromiso, la presencia y la autenticidad entre ambas partes.
El/la paciente se posiciona como el/la experto/a en sí mismo/a y trae a las sesiones la intención y el propósito de estar atento/a para cambiar su vida. Hay 3 tareas fundamentales:
“Darme cuenta” de cómo me presento y actúo en el mundo, tomando conciencia de mi misma y poniendo la atención en los prejuicios y fantasías que tengo respecto de mi misma y a los otros.
Experimentar el aquí y el ahora (el pasado y el futuro son proyecciones de nuestro presente) como el único escenario desde el que realmente podemos intervenir, aceptando la propia responsabilidad de lo que digo, hago y siento.
Tomar la responsabilidad de lo que me está sucediendo, siendo consciente de cómo y para qué he construido las máscaras con las que actúo en el mundo; es evidente que me han protegido y ayudado a sobrevivir pero también me han alejado de mi esencia más profunda, libre y creativa; y ya que soy más que una imagen iré permitiéndome y ampliando el abanico de posibilidades acerca de quién soy y de todo mi potencial.